En el centro de Cerdeña, en distintos pueblos del territorio de Barbagia, viven bien ancladas extrañas y arcaicas tradiciones. Practicadas por los habitantes, cultos ancestrales, representan una intensa y brutal relación que el ser humano mantiene con lo salvaje y conllevan un valor místico, espiritual y sagrado, con una finalidad catártica y liberadora. Estos disfraces pertenecen a un tiempo que no nos pertenece. La máscara es un destino, el vínculo de una relación inquietante entre el ser-animal y la divinidad. Llevar una máscara significa metamorfosearse bajo la forma de otra entidad. Lo amenazador e inquietante que producen estas máscaras no tiene la función de asustar al otro, sino de provocar una relación con “el otro”. Los habitantes de esta región utilizan la expresión animas para definir algo que no tiene ni tiempo ni cuerpo, de tiempo perturbador, salvaje, lo que es específicamente no humano y sirve para vivir una experiencia.