Desprotegida ante los fenómenos de la naturaleza y los hechos de la historia, la humanidad siempre ha intentado predecir el futuro, basándose en estructuras de repetición o acontecimientos únicos, impredecibles.

La incertidumbre, sin embargo, atraviesa todos los ámbitos de la vida y del conocimiento y derivan aspectos como el riesgo, las predicciones, las previsiones, los pronósticos o el azar. De hecho, el arte siempre se ha movido en el terreno de la incertidumbre, desafiando la representación de la realidad, proyectando futuros posibles y escapando del determinismo de las verdades absolutas. Precisamente la fascinación por el azar, voluntario e imprevisible a la vez, controlado o entregado al accidente, siempre ha tenido un lugar en el proceso creativo. En este contexto, el azar reencuentra la realidad, no para revelar su significado sino para desafiar las normas que condicionan la percepción y plantear un punto cero, un recomenzamiento perpetuo. Hoy, el volumen, la velocidad y la diversidad que aportan los datos masivos (big data) inauguran un nuevo escenario para adelantar el futuro y poder intervenir.